Las locuras de Don Pez y la Fiesta de la Marejada
En un lugar lejano del océano Pacífico, vivía un pez payaso llamado Don Pez. Don Pez era conocido en todo el arrecife de coral por su increíble sentido del humor y su inigualable risa contagiosa. Era un pez que siempre estaba dispuesto a hacer reír a sus amigos y, aunque era un poco travieso, todos lo querían mucho.
Un día, Don Pez se encontraba nadando alegremente entre los corales, cuando se encontró con su mejor amiga, la tortuga Marisol. Marisol era tranquila y sabia, siempre dispuesta a ayudar a sus amigos. Aunque generalmente, se sentía un poco apenada por las travesuras de su amigo, a menudo no podía resistir la risa que provocaban.
"¡Hola, Marisol!" saludó Don Pez, haciendo piruetas en el agua. "¡Hoy es el gran día!"
"¿El gran día de qué?" preguntó la tortuga, ajustándose la concha con curiosidad.
"La Fiesta de la Marejada, por supuesto!" exclamó Don Pez emocionado. "Y necesitamos preparar algo espectacular para que todos se diviertan. ¿Qué te parece si hacemos un show de comedia con nuestras travesuras?"
La tortuga arqueó una ceja. "Mmm, no estoy segura de que sea la mejor idea, Don Pez. Sabes que tus bromas pueden salir mal..."
"¡Eso es lo divertido!" interrumpió con una risa. "Y no te preocupes, ¡será genial!"
Marisol soltó un suspiro, aceptando que a pesar de sus advertencias, Don Pez siempre encontraba la manera de hacer su propia versión de la diversión. Luego, juntos, empezaron a planear la mejor fiesta que habían visto en el arrecife.
Primero, decidieron comenzar su show con un concurso de “El pez disfrazado más divertido”. Los peces clown, las anguilas y hasta los caballitos de mar participaron. Don Pez se disfrazó de un erizo de mar cubierto de conchas, lo que provocó risas en todos sus amigos. Sin embargo, las cosas empezaron a complicarse cuando se dio cuenta de que las conchas estaban pegadas con algas
A medida que avanzaba el concurso, Don Pez no pudo resistirse a una pequeña travesura. Tomó un chorro de burbujas y decidió que era el momento perfecto para disfrazar a su amigo el pez globo, Benjamín. Sin embargo, cuando Don Pez esparció las burbujas, lo hizo con tanto ímpetu que Benjamín terminó volando por los aires... ¡acercándose demasiado a un banco de peces espinosos!
"¡Ayuda!" gritaron todos, mientras Don Pez, entre risas, trataba de chapotear hacia su amigo. "¡No muevas tus aletas! ¡Solo flota hacia mí!"
Mientras tanto, Marisol nadaba furiosamente hacia Benjamín para darle una mano. No querían preparar un chiste nuevo en medio de la fiesta, pero así era la vida en el océano: lleno de sorpresas. Por fortuna, Benjamín logró aterrizar suavemente en un grupo de burbujas que lo acogieron sin problemas.
“¡Eso fue increíble! ¡Espero que nadie se haya asustado!" se reía Don Pez a carcajadas.
Cuando todos recuperaron el aliento, Marisol organizó un reto especial: la Carrera Lenta de las Tortugas. El objetivo era sencillo: llegar a la meta sin apresurarse. Aunque Don Pez y algunos de sus amigos querían hacer trampa, Marisol insistió en que, al ser una carrera lenta, la diversión estaba en la estrategia y no en la velocidad. Ella explicaba cada detalle como una buena capacitadora.
Los peces sostuvieron la respiración al ver a las tortugas tratar de mantener su paso lento y relajado mientras Don Pez y otros hacían su mejor esfuerzo por ralentizarse también. Si ellos ganaban, se prometieron jugar otra serie de travesuras en el transcurso de todo el día con su humor habitual.
Aún así, no pasó mucho tiempo antes de que el escuadrón de Don Pez empezara a reír por constituir pacientes pacíficos. Entre mentirosos juegos de hacer cosquillas y risas a cada vuelta, Don Pez no podía evitar hacer un giro divertido en el momento menos esperado.
Finalmente, llegó la hora de la fiesta principal. Todos los habitantes del arrecife y amigos cercanos se reunieron bajo un gran coral brillante, que servía como escenario natural. Don Pez comenzó a contar chistes, utilizando su ingenio para cada risa. Con cada historia y argumento, todos reían tanto que se producían burbujas, señal del buen humor en el océano.
"¿Sabes por qué los peces nunca se hacen hipnotizar?" empezó Don Pez. "Porque les da miedo caer en la pasado!" Y, con esto, el océano estalló en risas.
La fiesta pasó volando entre risas, chistes, bailes y juegos de burbujas. Algunos (incluido Marisol) estaban tan alegres por las mariposas burbujeantes moviéndose alrededor que comenzaron a bailar con todos.
Cuando la fiesta terminó, Don Pez se sintió orgulloso, sumamente feliz de haber sido el centro de tanto escándalo. Se dio cuenta de que, aunque le gustaba hacer travesuras, también disfrutaba de ver a sus amigos sonreír sinceramente.
"Es cierto que me encanta jugar, pero disfruto ayudando a que todos se diviertan más" pensó mientras nadaba a casa.
Así que, mientras el sol se ocultaba en el horizonte mesiánico del océano, Don Pez decidió que de ahora en adelante, sus travesuras tendrían que incluir siempre una buena dosis de diversión compartida y amistad.
Y así, el pez payaso se convirtió en el más querido de todo el arrecife, recordado por sus aportes cómicos, su lealtad a los amigos y su gran corazón.
Como todo buen chiste en el océano, nunca se esconde un mensaje: ¡la risa es mejor cuando se comparte!
Y colorín colorado, este cuento ha terminado.