Cuentos para niños

El Gran Concurso de Risas

El Gran Concurso de Risas

En una pequeña y alegre aldea llamada Risalandia, vivían un grupo de animales que adoraban reír y jugar. Allí estaba Tomás, el conejo más rápido, Lila, la ardilla juguetona, y Hugo, el oso soñador. Todos los años, Risalandia organizaba el Gran Concurso de Risas, donde los animales se reunían para disfrutar de las mejores bromas y chistes.

Un día soleado, los animales estaban emocionados porque el concurso estaba a punto de comenzar. “¡Estoy listo para hacer reír a todos!” exclamó Lila mientras saltaba de un lado a otro, con su cola esponjosa moviéndose alegremente detrás de ella. “¡Yo también!” gritó Tomás. “He estado practicando mis mejores chistes.”

Hugo sonrió y dijo: “Tal vez algunos de los chistes que he escrito puedan ser útiles. Son de los más divertidos.” Los tres amigos decidieron reunirse en el árbol grande del centro de la aldea para hacer un repaso de los mejores chistes y prepararse para el concurso.

A medida que se acercaba la hora del espectáculo, los animales estaban ansiosos. Todos tenían un comentario sobre su presentación. “Yo voy a contar un chiste sobre pescados”, decía Luis el pez, mientras tocaba la campana que anunciaba el inicio del concurso. “Me encantan los chistes de pescados”, respondió Lila.

Al llegar el momento, el juez, Don Pato, con su elegante pajarita y su gran sombrero, se puso de pie y dio la bienvenida a todos. “¡Bienvenidos al Gran Concurso de Risas! Hoy, todos ustedes tienen la oportunidad de hacernos reír hasta que nos duela la barriguita.” Los animales rugieron de la risa.

El primer en actuar fue Patricio el loro. Con movimientos exagerados y su cascabel, comenzó: “¿Por qué los pájaros no usan Facebook?” Hizo una pausa, y luego respondió: “¡Porque ya tienen Twitter!” Los animales estallaron en carcajadas. Era un gran comienzo.

Luego fue el turno de Lila, que subió al escenario llena de energía. “¡Tengo un chiste sobre nueces!” gritó. “¿Qué hace una nuez en el gimnasio?” Hizo otra pausa, “¡Ejercita!” Todos se reían tanto que no podían respirar. “¡Esa fue brillante!” aclamó Hugo desde el público.

Tomas estaba emocionado. Su turno había llegado y saltó al escenario, dispuesto a deslumbrar. “¡Aquí va mi mejor chiste!” Y con voz fuerte dijo: “¿Qué le dijo un plátano a una gelatina?” Otra pausa… “¡No tiembles! ¡No te voy a hacer nada!” En ese momento, los gritos y las risas llenaron el aire, incluso los árboles parecían reírse.

Una vez más, Hugo se preparó para su turno, con el corazón latiendo con fuerza. “Esto puede ser un poco… ¡peludo!” comenzó, mientras se acariciaba la cabeza. “¿Cómo se despide un oso?” Todos esperaban ansiosos, y Hugo continuó: “¡Adiós, osito!” Los animales aún se reían. “¡Los osos no suelen decir adiós, lo hacen como ¡Hola!”

Mientras los animales disfrutaban con las actuaciones, Don Pato decidió que era el momento de dar un pequeño descanso. “¡Vamos a jugar un juego! Todos pondrán en una cesta su mejor broma y luego las sacaremos al azar”, propuso con una sonrisa. Todos los animales se pusieron muy emocionados.

Después de un rato de mucho juego, llegó el momento de anunciar al ganador. Don Pato subió de nuevo al escenario con una gran sonrisa. “Hemos disfrutado de tantas risas, pero sólo hay un ganador que ha hecho reír a todos hasta llorar. ¡El Gran Ganador del Concurso de Risas es…”

De repente, Don Pato se detuvo y le preguntó a la multitud: “¿Quieren escuchar la broma que les haré?” Todos aclamaron y asintieron. “¡Los ganadores son… todos ustedes! Porque la verdadera risa proviene de compartir momentos”. Todos aplaudieron y aclamaron mientras Lila, Tomás y Hugo se abrazaban.

Así fue como en Risalandia aprendieron que no se necesita un trofeo para ser el mejor hacedor de sonrisas, sino simplemente la compañía de buenos amigos y un corazón lleno de alegría. Desde aquel día, el Gran Concurso de Risas se convirtió en una tradición donde todos, cada año, se reunían para compartir sus mejores bromas y chistes.

Por lo tanto, aprendieron que el humor y la risa son los mejores ingredientes para la amistad. ¡Y así, Risalandia siguió siendo el lugar más feliz del mundo, con risas resonando en cada rincón!

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado. Recuerda siempre que lo mejor de la risa es disfrutarla con los amigos.

Moraleja: La verdadera alegría se encuentra en compartir momentos divertidos con amigos.