Había una vez en un bosque verde y vibrante, lleno de árboles altos y flores de mil colores, donde vivían una tortuga llamada Tula y una liebre llamada Lila. Tula era conocida por su lento andar y su caparazón robusto, mientras que Lila era famosa por su rapidez y su pelaje suave. Aunque eran muy diferentes, ambas compartían un profundo amor por la naturaleza.
Un día, mientras jugaban en el claro del bosque, Lila dijo con una sonrisa, "¿Y si hacemos una carrera? Estoy segura de que te ganaré, Tula, como siempre!" Tula, con una mirada decidida, respondió: "Quizás esta vez sea diferente. Ni siquiera tú puedes subestimar el poder de la perseverancia". Y así, acordaron que al día siguiente llevarían a cabo la carrera.
El siguiente día, el sol brillaba en el cielo azul y una multitud de animales se reunió para animar a la tortuga y la liebre. Entre ellos estaban el sabio búho, la curiosa ardilla y el simpático zorro. Todos estaban emocionados por el evento y se acomodaron en las ramas de los árboles para observar. Lila, siempre segura de sí misma, presumía de su velocidad mientras Tula se concentraba en la carrera.
Cuando el búho dio la señal de inicio, Lila salió disparada como una flecha, riendo y disfrutando del viento fresco en su cara, mientras que Tula avanzaba con su paso lento y constante. Al poco tiempo, Lila miró hacia atrás y vio que Tula aún estaba lejos. Riendo, decidió que tenía tiempo de sobra y se recostó bajo un árbol para tomar una siesta.
Dentro de un rato, Lila se despertó de su siesta, estiró sus patas y observó que, de hecho, Tula había avanzado mucho. "¡Oh, no!" pensó. "No puedo dejar que me gane!" Y salió corriendo a toda velocidad nuevamente, pero a medida que avanzaba, Lila se distrajo al ver una mariposa colorida, una flor especial y después se encontró hablando con el zorro sobre las nueces.
Mientras tanto, Tula continuaba su camino, firme y decidida. No se dio por vencida, y aunque sabía que no tenía la velocidad de Lila, su determinación la impulsaba a avanzar. Pasó junto a la mariposa, pero no se detuvo, simplemente se sonrió y siguió adelante. Pronto comenzó a acercarse al final de la carrera. Todos los animales la miraban, sorprendidos de verla tan cerca de la meta.
Lila, al darse cuenta de que Tula había avanzado mucho y no estaba en la línea de meta, se asustó. Comenzó a correr de nuevo, pero su confianza se desvaneció; ella quería ganar, pero había perdido tiempo valioso. Al llegar, vio que Tula estaba casi en la línea de meta. Lila dejó de lado su distracción y corrió con todas sus fuerzas, pero fue demasiado tarde. ¡Tula cruzó la meta primero!
Los animales estallaron en vítores. Lila se acercó a Tula, todavía respirando pesadamente y riendo al mismo tiempo. "¡No puedo creerlo! A pesar de que soy más rápida, tú te mantuviste firme y ganaste. Estoy muy orgullosa de ti". Tula sonrió y respondió: "Gracias, Lila. La velocidad es buena, pero lo importante es no rendirse y seguir siempre avanzando, sin importar cuán lento seamos".
Y así, desde esa tarde, Lila aprendió el valor de la paciencia y la perseverancia, mientras que Tula se volvió un símbolo del esfuerzo constante. Los dos amigos siguieron corriendo juntos por el bosque, felices y sabiendo que cada uno tenía su propio ritmo.
Y colorín colorado, este cuento se ha terminado. ¡Recuerda siempre que ser constante y no rendirse puede llevarte lejos!
Moraleja: La perseverancia y el esfuerzo son más importantes que la velocidad y la prisa.