Cuentos para niños

La Gran Fiesta de los Ronquidos

La Gran Fiesta de los Ronquidos

La Gran Fiesta de los Ronquidos

Era una tranquila mañana en el Bosque de los Susurros, donde vivían un grupo de animales amistosos. Allí había un perezoso llamado Pedro, un búho llamado Berta, y un conejo llamado Carlitos. Todos ellos eran amigos inseparables y disfrutaban de su día a día juntos.

Un día, mientras estaban sentados bajo un gran árbol charlando, Pedro, el perezoso, declaró: “Me parece que necesitamos un evento especial, ¡algo que nunca hayamos hecho antes!”

“¿Como una carrera?” sugirió Carlitos, que siempre estaba lleno de energía.

“No, no, eso ya lo hicimos. ¡Deberíamos organizar una fiesta!” exclamó Berta, moviendo sus alas con entusiasmo. “Pero no una fiesta normal, ¡una fiesta de ronquidos!”

Los ojos de Pedro se abrieron como platos. “¿Fiesta de ronquidos? ¿Qué es eso?”

Berta, emocionada por la idea, explicó: “Es simple. Cada uno de nosotros competirá a ver quién puede roncar más fuerte. ¡El que gane será el Rey de los Ronquidos!”

“¡Eso suena divertido!” gritó Carlitos, ya imaginando cómo sería ser el Rey de los Ronquidos. Así que comenzaron a planear la gran fiesta.

Prepararon invitaciones para todos los animales del bosque. El emocionado Carlitos se las entregó a cada uno de sus amigos: la tortuga Tina, el ciervo Damián, y hasta el tímido erizo Emiliano. Todos estaban ansiosos por participar.

El día de la fiesta, el Bosque de los Susurros estaba lleno de risas y emoción. Los animales llegaron con bocadillos y bebidas, y Pedro había hecho su famoso pastel de zanahoria. “¡Vamos a divertirnos!” gritó Carlitos mientras todos se acomodaban, listos para la gran competencia.

Berta fue la primera en mostrar sus habilidades. Se acomodó en una posición cómoda y tomó aire. Cerró los ojos y comenzó a roncar. El sonido era como un motor rugiente, y todos se quedaron boquiabiertos. “¡Guau, eso fue impresionante!” exclamó Tina, la tortuga.

Luego fue el turno de Carlitos. El pequeño conejo saltó y se acomodó. “¡Escuchen bien!” gritó a sus amigos. Y comenzó a roncar, pero su sonido parecía más un chirrido que un verdadero ronquido. Todos comenzaron a reír mientras Carlitos se ponía un poco rojo.

“No te preocupes, Carlitos, ¡sigue intentándolo!” lo animó Damián, el ciervo.

Después de él, llegó el momento de Pedro. El perezoso se estiró perezosamente y comenzó a roncar de manera profunda y rítmica. ¡El sonido era tan grotesco que hizo tambalear a algunos árboles! “¡Eso está increíble!” gritaron todos, mientras Berta aplaudía.

Luego siguió Emiliano, el erizo. Era un poco tímido, pero se armó de valor. Se acomodó en el suelo y... ¡roncó tan fuerte que hizo que las hojas del árbol cayeran! “¡Increíble!” gritó todo el bosque. Los animales se pusieron de pie para aplaudirle.

Finalmente, llegó el momento de la votación. Todos los animales se reunieron y votaron por su ronquido favorito. Mientras tanto, Carlitos estaba un poco preocupado. “No creo que haya sido suficiente…”, murmuró mientras observaba a sus amigos riendo y disfrutando de la competencia.

Pero cuando el conteo de votos terminó, ¡sorpresa! Pedro y Emiliano habían empatado en el primer lugar. “¡Hemos encontrado al Rey de los Ronquidos, y somos dos!” jubilaron todos los animales.

“Un momento, un momento,” interrumpió Berta, “tendremos que hacer una segunda ronda. ¿Quién roncará más fuerte y divertido?”

Así que tuvo lugar una segunda ronda de ronquidos. Pedro y Emiliano se acomodaron, pero Carlitos decidió que no podía quedarse atrás y se unió también.

Los tres hicieron sus mejores intentos para roncar. Al final de la segunda ronda, el ambiente era de risa constante. Todos estaban tan entretenidos que no podían dejar de reírse. Aunque no hubo un claro ganador esta vez, sí hubo mucho más que eso: diversión y un montón de risas compartidas.

Al final de la fiesta, todos se abrazaron y se rieron juntos. Pedro y Emiliano llevaron a casa el caballito de ronquidos y Carlitos aprendió que lo importante era disfrutar con sus amigos. Mientras se despedían, el bosque retumbó con sus últimas risas y ecos de ronquidos.

Y así, el Bosque de los Susurros se convirtió en el hogar de la Gran Fiesta de los Ronquidos, donde siempre las risas y la amistad reinaban por encima del ruido.”

Moraleja: La amistad y la diversión son más importantes que ganar. Lo mejor es disfrutar y reír juntos.